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¿Conoces la historia de las Islas Ons?

10/1/2015

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De los primeros tiempos de la historia se han hallado en las islas Ons pocos restos y de forma tan dispersa que no permiten aventurar la existencia de asentamientos o pobladores temporales. Por el contrario, pertenecientes a la Edad del Bronce, se localizaron restos y asentamientos de cultura castreña. Uno de ellos, en la ladera por encima del barrio de Canexol, se conoce como “Castelo dos Mouros” y, aunque se encuentra sin excavar, se aprecia su distribución circular con estructuras defensivas. El otro castro que se conoce como “Cova da Loba” se situó en la zona norte de la isla pero de él no quedan más que restos de cerámica, baldosas y abundantes concheiros.
Al igual que otras islas de esta costa atlántica, las Ons, pudieron pertenecer a las famosas Kassitérides griegas, pero la ausencia en las islas del metal al que se refiere este topónimo indica que únicamente pudieron ser base para su comercio.

La falta de prospección del castro situado en Canexol nos deja también sin registro de la ocupación romana en la isla, pues estos pueblos solían instalarse en los poblados célticos preexistentes. Los geógrafos de esta época nombraron a estas islas Aunios.

 
Posteriormente la ocupación sueva y visigoda en Galicia no dejó huella en Ons, pero podemos intuir un despoblamiento total del territorio por causa de sus ataques.
Las islas Ons aparecen por primera vez en un documento en el año 899, Edad Media, cuando el rey Alfonso III dona la “Isla Aones“al Cabildo Compostelano. Esta donación fue ratificada por reinados posteriores hasta 1109 con Alfonso VI. Durante este tiempo, la documentación refleja que allí existió la iglesia de San Martín pero no tenemos indicación ni rastro de su congregación o población alguna.
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A pesar de los ataques vikingos durante la Baja Edad Media, se conoció en la isla un monasterio durante el siglo XV del que ya no queda evidencia y del que, aunque no sabemos si albergaba religiosos de forma estable, hicieron uso monjes del interior de la costa para retiros y meditación. Su situación se asocia a la presencia de un sepulcro antropomorfo localizado en la playa de Area dos Cans y conocido como “Laxe do
Crego”, datado en esta época y, aunque ya no conserva la tapa, es visible en marea baja. Todo este conjunto histórico fue origen de leyendas populares entre los isleños.


En el siglo XVI, Edad Moderna, la Iglesia concedió la isla en feudo a la familia Montenegro. Las referencias escritas de este feudo testimoniaron que estaba habitada y contaba con un templo parroquial. Pero desde finales de este siglo comenzó el asedio de corsarios ingleses, el más conocido y temido incluso por los suyos fue Francis Drake, y también piratas turcos y berberiscos. Los saqueos y la quema de dependencias que sufrieron los pobladores hasta bien entrado el siglo XVIII causaron su huida a la costa.
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En 1810, siglo XIX, la Junta Provincial de Armamento y Defensa decidió fortificar la isla, y la propiedad de los Montenegro se hizo más segura permitiendo el repoblamiento. De esta actuación se localizaron dos fortalezas: una en el barrio de Pereiró de la que sólo queda alguna piedra perdida – muchas se usaron para las casas- y otra en Curro a pocos metros del muelle hacia Melide conocida como “Castelo de Rueda” y objeto de singulares leyendas que hablan de las cuevas cercanas. 
Con el ejército se instauró una división parcelaria de terrenos que el Estado cedía a los isleños para su cultivo a cambio de un canon. La recaudación se destinaba a sufragar las fortificaciones hasta que, olvidados finalmente los proyectos defensivos, se entregaba a los señores de la isla. En los años 1835- 40 se instaló la primera fábrica de salazón cerca del muelle y cambió la vida de los isleños: su actividad se dirige a la pesca para suministro de la fábrica, llegan nuevas gentes del Barbanza, mejora la economía de la isla y aumenta la población. Las fluctuaciones en la pesca de sardina ocasionó el declive y cierre final de la empresa, y la venta de las capturas de los pobladores se trasladaron a la costa.

En 1929- siglo XX-, D. Manuel Riobó compró la Isla, instaló una sociedad mercantil con el nombre de “Isla de Ons” dedicada al secado y comercialización del pulpo y congrio, y ocuparon la antigua fábrica de salazón. Los isleños se especializaron en las nuevas especies y toda su pesca se gestionaba a través de la sociedad. Heredero de la sociedad, D. Didio Riobó se suicidó al inicio de la Guerra Civil y dejó la isla sin gestión directa.
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En 1940 el Estado expropió la isla para defensa nacional, y el Ministerio del Ejército se hizo cargo de ella en 1943 con intención de instalar una base de submarinos que nunca llegó a constituirse. En 1960 volvió a manos del Estado quién designó un alcalde de barrio para la gestión en la isla. A partir de entonces la isla de Ons pasó por distintas administraciones del Estado para su cuidado:

  • En 1965, dependiendo del Instituto Nacional de Colonización, se realizó un informe e situación que reflejó la urgente necesidad, entre otras, de construir un puerto adecuado a los nuevos barcos. Se construyó el “Centro Cívico” con Iglesia, escuela, almacenes y vivienda de maestro y de médico, pero no se realizó obra alguna para mejora del puerto.
  • En 1975 el IRYDA se hizo cargo de la isla pero tampoco solucionó los problemas de amarre de la flota de la isla.
  • En 1979 el ICONA se estableció en el Centro Cívico. Sus actuaciones no respondieron a las necesidades de la población que, ya cansadas del desinterés de la administración, asentaron sus viviendas principales en la costa y decidieron mantener sus viviendas en la isla como segunda residencia para el verano.
Durante los años 40-50 la isla vivió su mejor época, con casi 500 habitantes. Los niños dejaban la escuela al poco tiempo para ir a faenar con los mayores hasta que compraban su propia dorna. Las niñas, tras la escuela, se casaban y se ocupaban de la casa, los niños y el campo. Se cultivaba maíz, centeno, patatas, hortalizas para casa, y pastizales para el ganado: vacas, bueyes, ovejas y cabras; había también en las casas gallinas y por lo menos un cerdo. La pesca, abundante en mariscos y pescados, supuso al principio una mejor alimentación pero, más tarde, constituyó la actividad de beneficio en la que muchos isleños se especializaron. En un medio tan áspero las gentes lo compartían todo, y eran los domingos el día de reunión en el Centro Cívico.

El despoblamiento progresivo de la isla fue parejo al auge turístico, que alcanzó un mayor grado en los años 70. Las transferencias del Estado a la Comunidad Autónoma de Galicia en 1983-84 definieron la dependencia del territorio de la Consellería de Agricultura y posteriormente de la actual Consellería de Medio Ambiente.

Fuente: Parque Nacional de las Illas Atlánticas
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